Aunque
estaba en el Paraíso,
Adán caminaba por los
senderos
preocupado y triste,
ignorante de cuanto se estaba
perdiendo.
Después Dios fue y creó a Eva
a
partir de una de las costillas de Adán.
Y al primer hombre le gustó tanto este milagro
que lo
primero que hizo
fue tocarse la costilla adyacente,
y
sintió un delicado hormigueo en sus dedos
al tocar aquellos
pechos firmes
y aquellas dulces caderas
tan iguales a los
contornos de la música.
Una nueva Eva surgió frente a
él.
Había encontrado un espejo
y se estaba pintando los
labios.
"¡Esto es vida!", dijo Adán,
y creó
una Eva más.
Y cada vez que la Eva oficial
se daba
la vuelta
o iba al mercado a por oro, incienso y mirra,
Adán
creaba una nueva odalisca
de su harén intercostal.
Pero
Dios se fijó en seguida
en la desordenada creatividad de
Adán.
Le envió una citación, le puso una denuncia divina,
y
le expulsó del Paraíso
por surrealista.
Le
dijeron que no había dioses, ni mitos ni ritos, ni cielos ni infiernos,
ni siquiera que se fiara de su imaginación, de sus emociones o de su
intuición, y mucho menos que creyera en la magia.
Esta tarde anochece la turbulencia de bocas ese girar la desnudez con que se tocan dos cuerpos: poemario sin palabras.
Tiempo ignoto en los labios en la lengua en el pezón de un deseo que se degusta a la orilla (insaciable de toda la ternura) donde las humedades se hacen rios luego mares luego océanos de cosas indecibles. Ana Ma. Greene M.
Soy un verso asido al tejado la canción sobre la que pasta el poeta cuando el trapecista siente la llamada perdida del alambre.
Tus labios se abrazan al silencio y el pí pi pi de un móvil me informa tras la abreviatura de un latido que ha fracasado mi golpe de estado
Últimamente miro tus labios con la emoción de poner nombre a las cosas y la necesidad de olvidar todas las palabras.
Lo dicen las noticias tu voz es una revolución sin alzamiento un susurro que golpea firme el yunque de mi oído para derrocar la democracia de cuanto pienso
Ahora, mientras oposito a tus noches y busco en mis bolsillos alguna fórmula que resuelva el enigma no encuentro salario que pague la deuda.
Lo dejo estar, tú todavía no sabes que cuando estás sentada sobre el precipicio yo también siento el abismo.